“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mateo 3:16-17)
Por lo general, pensamos que la paloma se convirtió en un símbolo del Espíritu Santo a partir del relato del bautismo de Jesús en los evangelios. Sin embargo, los judíos ya asociaban la paloma con el Espíritu de Dios desde tiempos del Antiguo Testamento.
La literatura rabínica, aunque escrita desde del segundo siglo, recopila muchas de las tradiciones orales judías acerca del simbolismo de la paloma que se remontan desde mucho tiempo antes de la época del Nuevo Testamento. En el Talmud, por ejemplo, se compara el revoloteo del Espíritu de Dios “cuando se movía sobre la faz de las aguas” con el revoloteo de una paloma: “Rabí Shimon ben Zoma dijo: ´Y el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas´ (Génesis 1:2), como una paloma que revolotea sobre sus polluelos sin tocarlos” (Chagigah 15a).
Pero la tradición judía también compara la paloma con Israel. El Talmud dice: “Porque la comunidad de Israel se asemeja a una paloma, como está escrito: ´Las alas de la paloma cubiertas de plata, y sus plumas con el resplandor del oro´ [Salmo 68:13] (Berajot 53b). Por su parte, el Midrash, una colección de relatos y elaboraciones rabínicas de historias bíblicas, también compara Israel con la paloma: “R. Isaac declaró: El Santo, bendito sea, les dijo: Su naturaleza [la de Israel] es como la de una paloma […] Así como la paloma trajo luz al mundo [al traer a Noé una hoja de olivo], así tú, que eres comparado con una paloma, debes traer aceite de oliva y encender lámparas delante de Mí” (Midrash Tanjumá, Tetzavé 5.5). En tanto, la interpretación alegórica judía del libro de Cantares también conecta Israel con la paloma. En el libro de Cantares, el amado (que se interpreta como Dios) a menudo se refiere a su amada (que se interpreta como Israel) como “mi paloma” (Cantares 2:14, 5:2, 6:9).
Todas estas tradiciones acerca de la paloma probablemente estaban en la mente del judío del primer siglo. La imagen de una paloma descendiendo sobre Jesús durante su bautismo probablemente haya sido vista por los judíos como la señal que reconocía a Jesús como el representante de Israel (Christian Apologetics and Research Ministry CARM). No obstante, la paloma también ofrece otros simbolismos que pudieron haber tenido un significado adicional para los judíos.
Por una parte, la paloma simbolizaba expiación. En la ley judía, la paloma y la tórtola eran las únicas aves admitidas como sacrificio. La Torá especifica que se requieren dos palomas, una para sacrificio y otra para expiación, como ofrenda por la culpa o para purificación después de un periodo de impureza ritual (Levítico 5:7-8, 12:6, 14:1-7, 25:14).
Presentación del niño Jesús y el sacrificio de dos palominos.
El Midrash destaca la cualidad expiatoria de la paloma: “Todas las demás aves se mueven convulsivamente mientras son sacrificadas, pero la paloma es la única que estira el cuello. Del mismo modo, ninguna nación en el mundo, excepto Israel, se deja destruir para santificar su nombre” (Midrash Tanjumá, Tetzavé 5.4). La entrega de la paloma hacia el sacrificio hizo que el Talmud y los Tárgums la compararan con Isaac. Así como la paloma se dispone en sacrificio, así también Isaac se preparó para ser sacrificado a Dios (biblicalarchaeology.org). De esta manera, la paloma simbolizaba la voluntad de ofrecerse a sí misma en expiación. Y también representaba el sufrimiento de Israel (Salmo 74:19; Isaías 38:14; 59:11; Ezequiel 7:16).
Por tanto, la imagen de una paloma descendiendo sobre Jesús durante su bautismo habría sido para los judíos un testimonio aún más rico acerca de lo que Jesús vino a hacer. La paloma señalaba a Jesús como el siervo sufriente ¡que vino a ofrecer su vida en expiación por los pecados del mundo!
Pero hay otro simbolismo mucho más profundo. La paloma también representaba el trono real y el reino mesiánico. La tradición judía conecta la paloma con el trono de Salomón. Según la Biblia, el trono de Salomón estaba hecho de marfil y cubierto de oro, y tenía seis gradas en las cuales había doce leones, seis a cada lado. La Biblia dice que no había ningún trono semejante al trono de Salomón (1 Reyes 10:18-20). El Tárgum (interpretación aramea de las Escrituras) agrega que en la última grada del trono de Salomón también había una paloma sosteniendo un halcón con su pico, que representaba el tiempo de paz cuando Dios entregaría las naciones a Israel durante el reino del Mesías. También añade la historia de una paloma colocando el rollo de la Ley en el regazo del rey Salomón durante su coronación como parte del mandamiento de la Ley para los reyes de Israel (Tárgum Sheni, Ester 1:2).
Mahzor Tripartito, 1320 d.C. A la derecha, el trono de Salomón. Entre los diferentes animales se encuentra la paloma.
Por tanto, el descenso de una paloma sobre Jesús en su bautismo habría evocado la imagen de un rey del linaje de David siendo coronado por una paloma. También habrían recordado la imagen de la paloma en el trono real que derrota al halcón, como una promesa del futuro reinado del Mesías. Todo esto sumado a una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:11). La audiencia original habría traído inevitablemente a sus mentes la profecía mesiánica del Salmo 2: “Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Salmo 2:7-8). De manera que, la paloma habría sido una señal de los cielos y un testimonio rico acerca de la identidad de Jesús. ¡El rey Mesías había llegado!