La tradición nos ha enseñado que la fecha del nacimiento de Jesús es el 25 de diciembre. Pero si Jesús hubiera nacido en diciembre, pleno invierno en Israel, los pastores no habrían estado con sus ovejas en los campos aquella noche como dice la Biblia (Lucas 2:8). Esta fecha, por tanto, no tendría mucho respaldo bíblico. Pero entonces, ¿cuándo nació Jesús? Aunque la Biblia no especifica una fecha, sí nos entrega algunas pistas para aproximarnos a una época del año.
La historia del nacimiento de Jesús comienza con el relato del sacerdote Zacarías, quien se encontraba en el templo y recibe el anuncio del ángel Gabriel acerca del nacimiento de su hijo Juan el Bautista (Lucas 1:8-9). Un estudio minucioso de este relato nos permite establecer una fecha aproximada del nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús.
El oficio en el templo se hacía “conforme a la costumbre del sacerdocio” (Lucas 1:9). Según esta costumbre, los sacerdotes se dividían en 24 órdenes, y cada orden tenía asignado dos semanas en el año para oficiar en el templo. Zacarías era de la “clase de Abías” (Lucas 1:5), por lo que tenía asignado el “octavo turno” (1 Crónicas 24:10). Entonces, si contamos ocho semanas desde Nisán (Marzo/Abril), el primer mes del año (Éxodo 12:2), y sin considerar la semana de la fiesta de la pascua (tercera semana) y la semana de la fiesta de pentecostés (décima semana) donde todos los sacerdotes tenían que oficiar en el templo (Deuteronomio 16:16), la anunciación del nacimiento de Juan el Bautista habría ocurrido en la undécima semana del año, en el mes de Tammuz (Junio). La Biblia nos dice que después de oficiar en el templo, Zacarías regresó a casa, y su esposa Elisabeth quedó inmediatamente embarazada (Lucas 1:23-24). Podemos concluir entonces que la anunciación y concepción de Juan el Bautista habría ocurrido muy cerca del mes de Tamuz (Junio).
Ahora, si contamos los nueve meses de embarazo de Elisabeth a partir de esta fecha, entonces el nacimiento de Juan el Bautista habría ocurrido en el mes de Nisán (Marzo/Abril), justo cuando los judíos celebraban la "fiesta de la Pascua" ("Pesaj"). Esto tendría un gran trasfondo profético. Las profecías anunciaban que la venida del Mesías estaría precedida por la aparición del profeta Elías (Malaquías 4:5). Por ello, los judíos esperaban ansiosamente el regreso de Elías, porque era una señal inequívoca de la llegada del Mesías. Tradicionalmente, los judíos creían que Elías aparecería en la Pascua. De hecho, durante la comida de Pascua los judíos tenían la costumbre de beber una copa especial por Elías. Entonces, se levantaban a abrir la puerta con la esperanza de ver entrar a Elías. Sin embargo, Jesús dijo que Juan el Bautista había cumplido esta profecía, pues "él era aquel Elías que había de venir" (Mateo 13:14). Por esto también el ángel había profetizado a Zacarías que su hijo Juan tendría “el poder y el espíritu de Elías” (Lucas 1:17). Por lo tanto, la pascua judía era la fecha profética propicia para el nacimiento de Juan el Bautista.
Cuando Elisabeth tenía seis meses de embarazo, el ángel Gabriel anuncia a María el nacimiento de Jesús (Lucas 1:26-31). En este exacto momento, María concibe por obra del Espíritu Santo. Dado que Elisabeth habría concebido a Juan el Bautista en el mes de Tamuz (Junio), entonces la anunciación del nacimiento de Jesús ocurrió seis meses después, en el mes de Kislev (Diciembre), justo cuando los judíos celebraban la “fiesta de la dedicación” (“Hanukah”), o también llamada la “fiesta de las luces”. Esta sería la fecha profética propicia para que “la luz del mundo” (Juan 8:12) llegase al mundo.
Esta fecha cae muy cerca del 25 de diciembre cuando celebramos Navidad. Si fuera así, Navidad debiera celebrarse como la fecha de la concepción de Jesús, y no de su nacimiento. Precisamente, cuando los judíos estaban celebrando la fiesta de la dedicación (Juan 10:22-23), encontramos a Jesús diciendo “Yo y mi Padre uno somos” (Juan 10:30), como si fuera una referencia a su concepción divina en aquella fecha. Entonces, desde este punto podemos calcular una fecha. Si la concepción de Jesús se produjo en el mes de Kislev (Diciembre), entonces su nacimiento tuvo que haber sido “nueve meses después”, en el mes de Tishri (Septiembre). Esta fecha coincide con tres fiestas judías: "la fiesta de las trompetas" ("Yom Teruah"), "la fiesta de la expiación" ("Yom Kippur"), y "la fiesta de los tabernáculos" (“Sukot”). Sin embargo, desde el punto de vista profético, la fiesta de los tabernáculos como la fecha del nacimiento de Jesús parece tener mayor apoyo bíblico.
En la Biblia leemos que Dios siempre quiso habitar en medio de nosotros (Éxodo 25:8), y la fiesta de los tabernáculos era una manera de decirnos que él habitaría algún día en medio de su pueblo. El profeta Isaías, más tarde, profetizó que el Mesías sería llamado “Emanuel”, que significa “Dios con nosotros” (Isaías 7:14). Por tanto, habría varios indicios en la Biblia que relacionarían el nacimiento de Jesús con la fiesta de los tabernáculos.
El primero de ellos se encuentra en las palabras de los ángeles cuando anunciaron el nacimiento de Jesús a los pastores de Belén. La Biblia dice:
"Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor." (Lucas 2:10-11)
Los ángeles hablaron de “nuevas de gran gozo” y que serían “para todo el pueblo”. Estas palabras se escuchaban comúnmente en la fiesta de los tabernáculos. Los judíos se referían a esta fiesta como “la época de nuestro gozo” y “la fiesta de las naciones”. En esta fiesta, los sacerdotes celebraban con un ritual en el cual daban vueltas alrededor del altar en el Templo de Jerusalén rogando por “la salvación”. Asimismo, los ángeles dijeron que esta “salvación” había llegado, pues había “nacido un Salvador”. Dado que los ángeles usaron expresiones comunes de la fiesta de los tabernáculos, se piensa que el nacimiento de Jesús habría ocurrido en la semana de la fiesta de los tabernáculos. Estas mismas palabras encontramos en el evangelio de Juan:
"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad." (Juan 1:14)
Juan escribe que aquel Verbo “habitó” entre nosotros. La palabra “habitó” se traduce del griego “skenóo”, que significa “hacer un tabernáculo”. Las versiones más antiguas de este pasaje la traducen como “tabernaculizar”. Pero lo más interesante es que la raíz de esta misma palabra también es usada por Juan para referirse a la fiesta de los tabernáculos: “Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos [skēnopēgia]” (Juan 7:2). Para el apóstol Juan, la fiesta de los tabernáculos fue el tiempo en que Jesús “vino a habitar entre nosotros”.
La fiesta de los tabernáculos en la semana del nacimiento también explicaría por qué José y María no encontraron un lugar en Belén (Lucas 2:7). Por una parte, habría una gran cantidad de peregrinos en Jerusalén, lugar donde celebraba la fiesta (Deuteronomio 16:16). Algunos estiman que se juntaban alrededor de dos millones de personas en Jerusalén y sus alrededores (como Belén).
Por otra parte, María se encontraba en los días de su alumbramiento (Lucas 2:6), lo que habría hecho difícil encontrar un lugar para el parto durante una semana de fiesta sagrada. Tradicionalmente se cree que José y María buscaron una habitación en un mesón comercial, como un hotel con muchas habitaciones, pero que habrían estado completamente ocupadas. La palabra griega para "mesón comercial" era "pandocheion", como la que se usa en la parábola del buen samaritano, donde el hombre herido fue llevado a un “mesón” (“pandocheion”). Sin embargo, esta palabra no aparece aquí. El texto indica simplemente que José y María no encontraron “un lugar donde estar” (“katalyma”).
Sin lugares disponibles, se ha sugerido que María habría tenido el parto en una sukah en medio de la fiesta de los tabernáculos. Algunos investigadores sostienen que la palabra “pesebre” también podría significar “sukah”. En el Nuevo Testamento, la palabra griega “phatne” (“pesebre”) hacía referencia al lugar donde se guardaban los animales (Lucas 13:15). Asimismo, la primera vez que se menciona la palabra hebrea “sukah” en el Antiguo Testamento hace referencia a las cabañas que Jacob construyó para su ganado (Génesis 33:17). Si tanto la palabra griega “phatne” como la palabra hebrea “sukah” describen el lugar donde se guardan animales, entonces el “pesebre” donde Jesús nació podría haber sido realmente una “sukah”, como las que se construían en la fiesta de los tabernáculos.
Sin embargo, esta posibilidad no está permitida en la ley judía. Una mujer que daba a luz se consideraba ritualmente inmunda (Levítico 12:1). Por ello, el alumbramiento se debía dar en un lugar retirado, lejos de la familia, para así evitar contaminar ritualmente la casa y sus moradores con la sangre del parto. En esta condición, María no tenía permitido entrar a una sukah, ni tocar cosa santa alguna. Debía estar completamente separada (Levítico 12:3). Por esta razón, la gran multitud de personas en la fiesta de los tabernáculos y las exigencias de la Torá para el parto hicieron que José y María no pudieran encontrar “un lugar donde estar” (“katalyma”).
Para finalizar, la fiesta de los tabernáculos duraba ocho días. Sabiendo que las profecías bíblicas son exactas, Jesús tuvo que haber nacido el primer día de la fiesta, el día 15 de Tishri. Pero el octavo y último día de la fiesta también era importante. Cada siete años los judíos debían leer la Torá durante la fiesta de los tabernáculos (Deuteronomio 31:10-12). Con el tiempo (y después de la época de Jesús), el ciclo anual de la lectura de la Torá finalizaba el octavo y último día de la fiesta de los tabernáculos. En este día, los judíos creían que la Torá cobraba vida. Esta tradición tiene un importante mensaje profético. Si Jesús nació el primer día de la fiesta, y fue circuncidado al octavo día (Lucas 2:21), entonces Jesús fue presentado ante los hombres el octavo día de la fiesta de los tabernáculos, el mismo día en que la Torá cobraba vida. Este mismo mensaje encontramos en el evangelio de Juan, cuando se nos dice que Jesús era el Verbo [la Torá], y aquel “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).