La Gran Ramera: el culto a la mujer sentada sobre las muchas aguas


En Apocalipsis 17, toda adoración y enseñanza falsa es descrita como la “Gran Ramera”, la religión falsa. Pero, ¿quién es esta mujer? ¿y por qué es un misterio? La mujer representa un sistema de adoración. En todo el Antiguo Testamento encontramos dos tipos de adoración: una verdadera, al único Dios, y otra falsa. Cuando el pueblo de Israel caía en idolatría, siempre dejaba la verdadera adoración a Dios para ir en pos de esta falsa adoración: el culto al ejército de los cielos, el sol y la luna.

Esta falsa adoración es tan antigua, que se remonta a los comienzos de la humanidad. La Biblia nos dice que después del Diluvio, Nimrod se convirtió en “el primer poderoso en la tierra” (Génesis 10:8). La leyenda antigua nos dice que su esposa Semiramis, convirtió a Nimrod en el dios sol después de su muerte, y a ella en la diosa luna. Más tarde, afirmaba que su hijo Tamuz era la reencarnación de Nimrod, el dios sol, estableciendo así el culto al sol y la luna, elevándose como la “diosa madre”, la “diosa de la fertilidad” y la “reina del cielo” ("The Two Babylons", Alexander Hislop).

Nimrod estableció su reino en “la llanura de Sinar” (Génesis 10:8-10), lo que es la antigua Mesopotamia, donde se desarrollaron las primeras civilizaciones. Allí se establecieron los primeros cultos al sol, la luna y las estrellas, aunque la luna era la deidad suprema en toda Mesopotamia. La creencia más primitiva era que la luna tenía influencia sobre la fertilidad, y a medida que las primeras religiones se organizaron la luna se convirtió en un dios masculino con el poder de fertilizar (“Woman's Mysteries: Ancient & Modern”, Esther Harding).

En Sumeria, por ejemplo, el dios de la luna tenía muchos nombres, entre ellos, Suen y Nanna, cuyo símbolo era la luna creciente, aunque también se describía como un toro. Más tarde, los acadios tomaron el nombre Suen y lo transcribieron a Sin. En Babilonia, Sin era el dios de la luna, cuya adoración probablemente comenzó cuando absorbieron la cultura de Ur, alrededor del 2100 a.C. La estela de Ur-Nammu (foto abajo) nos muestra que la ciudad de Ur era un centro de adoración de la luna. Abraham salió de Ur escapando de la adoración a la luna, para ir a Canaán hacia la verdadera adoración a Dios (Génesis 11:31, 12:1).

Impresión del sello cilíndrico 2100 a.C. Ur-Nammu

Los babilonios también tenían a Shamash, el dios sol, aunque nunca fue considerado tan poderoso como la luna. La luna era el dios supremo en Babilonia. Y también tenían a Ishtar, hija de Sin, cuya popularidad sería universal en Medio Oriente. Los sumerios la identificaban con Inanna, diosa sumeria de la guerra y el amor sexual, cuyo papel principal era la figura de la fertilidad. El nombre “Inanna” se deriva del sumerio antiguo que significa “reina del cielo” - “nin”, “dama” y “an”, “cielo” - (“Inanna: Queen of Heaven and Earth”, Diane Wolkstein and Samuel Noah). Ishtar, más tarde, sería conocida con este título. De esta manera, la diosa Ishtar, junto con Shamash, dios del sol, y Sin, dios de la luna, formaron una tríada babilónica.

Estela del rey Melishipak I presentando a su hija a Shamash (dios sol), Sin (dios luna) y a la diosa Ishtar. 1186-1172 a.C. Museo del Louvre.

Ishtar era asociada con “la estrella de la mañana y de la tarde”, que nosotros conocemos hoy como Venus. Por ello, su símbolo era una estrella dentro de un círculo. Como diosa del amor, deleitándose en el amor corporal, era patrona de las prostitutas, cuyo culto incluía la prostitución en los templos. Ishtar también era la diosa de la guerra, y su símbolo común era el león (Enciclopedia Británica). 

diosa Ishtar. Museo Británico.

Con el tiempo, la luna fue asociada con características y tareas femeninas, desplazando su lado masculino. Así es como en Babilonia, el dios de la luna, Sin, fue reemplazado gradualmente por la diosa Ishtar, quien se convirtió en la diosa de la luna, el más alto de los dioses de la antigüedad, pero manteniendo su asociación con Venus. Esta asociación quedó representada por el símbolo de la luna creciente encerrando la estrella dentro de sus cuernos (“The Mothers A Study of the Origins of Sentiments and Institutions”, Robert Briffault)

Estela de U-Nammu ca. 2100 a.C. recuperado por el Museo Británico.

Como la diosa mesopotámica más famosa, su influencia fue venerada en todo el amplio alcance geográfico del antiguo Cercano Oriente, y tuvo un impacto significativo en las imágenes y cultos de muchas diosas posteriores. Cuando los sumerios dieron paso a la cultura semita, la adoración al sol y la luna se abrió paso en la tierra de Canaán. La ciudad de Bet-semes (Josué 15:10), por ejemplo, probablemente era un centro de adoración del sol. Su nombre en hebreo es “bet shemesh”, que significa “casa (templo) del sol”. También se cree que Jericó era un centro de adoración a la luna. El nombre de la ciudad en hebreo es “Yerikho”, mientras que la palabra hebrea para luna es “Yarekh”, que en otras lenguas semíticas era el nombre del dios de la luna (haaretz.com). Por ello, Dios condenó la adoración al ejército de los cielos:

“No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas;” (Deuteronomio 4:19)

“que hubiere ido y servido a dioses ajenos, y se hubiere inclinado a ellos, ya sea al sol, o a la luna, o a todo el ejército del cielo, lo cual yo he prohibido;” (Deuteronomio 17:3)

Sin embargo, el pueblo de Israel se apartó igualmente de la verdadera adoración a Dios y comenzó a prostituirse en la adoración a la diosa de la luna de Canaán, conocida con diferentes nombres como “Asera” y “Astarte”, y que dominaron en diferentes épocas y lugares. Como arquetipo de la diosa Ishtar, ambas comparten muchas similitudes, por lo que es muy difícil diferenciarlas. Ambas eran “diosas de la fertilidad”, y ambas eran consortes de Baal, dios del sol (Jueces 2:13). El profeta Jeremías condenó el culto al ejército del cielo (Jeremías 8:2), pero especialmente a la diosa de la luna, “la reina del cielo”, que en algunos casos es identificada con la diosa Asera, y en otros, con la diosa Astarte:

“Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira.” (Jeremías 7:18)

Algunos estudiosos sugieren que la diosa Asera fue la gran diosa de adoración por la cual el pueblo de Israel abandonaba la adoración a Dios. Sus símbolos eran postes y árboles frondosos (Deuteronomio 16:21; 2 Reyes 17:10). Las mujeres la adoraban especialmente por ser la diosa de la fertilidad, y sus “cultos de fertilidad” incluían la prostitución y rituales sexuales junto a postes y árboles frondosos en lugares altos (Jeremías 2:20). Al igual que Ishtar, su símbolo también era el león.

Stand Cult Ta´nach, 1000 a.C. Imagen de la diosa Asera junto a dos leones. Museo de Israel.

En tanto, la diosa Astoret (en plural “Astarot”), era la “diosa madre” de los fenicios (1 Samuel 31:10). Los griegos la llamaron “Astarte”. “Astarot” también era el nombre de la ciudad capital del legendario rey Og (Deuteronomio 1:4). Según relatos antiguos, el nombre completo de esta ciudad era "Ashteroth-Qarnaim" ("Astarte de los dos cuernos"). Se han encontrado varias figuras de Astarte en varios sitios arqueológicos en Palestina, que muestran que esta diosa era representada con dos cuernos (“The Hebrew Goddess”, Raphael Patai). Estos cuernos representaban la luna creciente, el símbolo más común de Astarté (“The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity”, Jeffrey Burton Russell)

Figura de Astarte con el símbolo de la luna en su cabeza. Museo del Louvre.

“Porque grande es Jehová, y digno de suprema alabanza, y de ser temido sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; Mas Jehová hizo los cielos.” (1 Crónicas 16:25-26)

Más tarde, la gran influencia de la diosa de la luna pasó de Medio Oriente a Grecia y Roma. En el Nuevo Testamento, mientras Pablo predicaba contra los falsos dioses en Éfeso, los hombres de aquella ciudad “se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!” (Hechos 19:28). "Diana" era la diosa romana de la luna. Los griegos la conocían como "Artemisa". (Diccionario Bíblico Mundo Hispano).

Diana, diosa romana de la luna

Artemisa, diosa griega con el símbolo de la luna en su collar. Museo de Éfeso.

Moneda romana del siglo I d.C. con un busto de Artemisa en el anverso, y el símbolo de la estrella y la luna en el reverso.

Más tarde, en el 431 d.C. y justamente en la ciudad de Éfeso, donde se encontraba el famoso templo de Artemisa, el Imperio Romano y el catolicismo declaró a María como la “madre de Dios” (“theotokos”). El símbolo común de la representación de María era la luna.


La adoración a la luna en Arabia, en tanto, se mantuvo intacta desde hace 2000 años a.C. Existe amplia evidencia de que en sus orígenes pre-islámicos los musulmanes adoraban al dios de la luna. En la época de Mahoma, alrededor del 600 d.C., el dios de la luna era visto como casado con la diosa del sol, y tres estrellas del cielo eran sus hijas, “Al Lat”, “Al-Uzza” y “Monat”, todos considerados dioses superiores. El dios de la luna se llamaba “Sin”, y su título era “Al-ilah” (“la deidad”), lo que significaba que era el dios principal, y cuyo nombre se acortó a “Allah”. Mahoma declaró que “Alá” no solo era el dios más grande, sino el único. Esto se debió a una visión que Mahoma recibió de que el dios principal de su ciudad (Al-ilah, el dios de la luna), era el único dios verdadero, cuyo símbolo hoy es la luna creciente (“Science, Origins & Ancient Civilizations”, Gerry Burney).

Sarracenos (musulmanes árabes) con la bandera de la luna creciente y la estrella en la batalla de Yarmuk en 636 d.C.

Mesquita musulmana.

La gran diosa madre del Medio Oriente es aquella mujer que representa la falsa adoración que ha influido en todas las religiones del mundo. Y su adoración, que tanto se condenó en el Antiguo Testamento, se levantará nuevamente en los últimos tiempos. El profeta Zacarías nos dice que esta mujer, que representa toda la iniquidad de la tierra, en los últimos tiempos le será “edificada casa en tierra de Sinar; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base” (Zacarías 5:10). La adoración a la mujer, que representa la falsa adoración, se levantará nuevamente en la “tierra de Sinar”, la cual se encuentra en Medio Oriente. Apocalipsis 17 también nos dice que la mujer se sentará sobre muchas aguas, y será profesada por muchos “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Apocalipsis 17:15).

Por ello, muchos estudiosos en profecía aseguran que la religión musulmana cumple las características de la gran ramera, pues adora a Ishtar, el dios (diosa) de la luna creciente y estrella, ha tenido un increíble crecimiento en Medio Oriente, “la tierra de Sinar”, y domina una extensa parte del mundo, que incluye muchos “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas”. Si esto es así, "la mujer" que se sienta sobre las muchas aguas está sentada hoy en La Meca, la ciudad santa del Islam, “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (Apocalipsis 17:18).