¿Por qué orar para no huir en día de reposo?


Cuando leemos Mateo 24, generalmente asumimos que todas las profecías mencionadas allí se refieren a los últimos tiempos. Sin embargo, estas profecías hablan de dos acontecimientos diferentes. Mientras Jesús recorría Jerusalén, sus discípulos comenzaron a mostrarle los edificios del templo y sus hermosas piedras. Pero Jesús les dice que de aquel templo “no quedaría piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mateo 24:2; Lucas 21:6). Entonces los discípulos, impactados por aquella profecía, le hicieron dos preguntas: “¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). 

La primera pregunta, “¿cuándo serán estas cosas?”, tenía relación con lo que Jesús había dicho acerca de las piedras del templo que serían derribadas. Esta profecía se cumpliría unos años más tarde con la destrucción de Jerusalén: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado” (Lucas 21:20). Mientras que la segunda pregunta tenía que ver con las “señales de su venida” y “el fin del siglo”. En Mateo 24, Jesús responde estas dos preguntas, pero dentro de un mismo discurso. Por lo tanto, debemos comprender que algunas profecías en Mateo 24 se refieren a la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C. y otras se refieren a la segunda venida de Cristo. Por ejemplo, una de estas profecías dice: 

“Más ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo.” (Mateo 24:19-20) 

Algunos podrían pensar que esta profecía se refiere a los tiempos finales, y enseñan erróneamente que en la segunda venida de Cristo las mujeres ¡no deberían estar embarazadas! Sin embargo, esta profecía no se refiere a la segunda venida, sino a la destrucción de Jerusalén. Jesús advertía a sus discípulos que debían huir “cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos” (Lucas 21:20), lo cual ocurriría algunos años más tarde. Debemos notar que esta advertencia era solo para “los que estén en Judea” (Mateo 24:16, Lucas 21:21). 

De esta manera, Jesús comienza luego a describir las situaciones en las cuales los judíos no podrían huir de Jerusalén. Por una parte, las mujeres embarazadas o con lactantes no podrían escapar rápidamente por razones obvias. Por otra, el invierno sería un obstáculo para huir de Jerusalén, debido a la exposición al frío y la lluvia. Pero, ¿por qué los discípulos debían orar para que su huida no fuera en día de reposo? 

Algunas explicaciones sugieren que Jesús estaba enseñando a sus discípulos a guardar el día de reposo aun en peligro de muerte. Sin embargo, Jesús no refería a la observancia del sábado, sino más bien, a las costumbres judías que impedirían a los discípulos escapar de Jerusalén en un día de reposo. La ley de Moisés establecía que los judíos no podían moverse de sus casas durante todo el día de reposo: 

“Mirad que Jehová os dio el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estése, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día” (Éxodo 16:29) 

Los judíos sólo tenían permitido caminar hasta 2000 codos (914 metros) en cualquier dirección en torno a la ciudad durante el día de reposo: “Pero Rabán Gamaliel el viejo dispuso que pudieran caminar dos mil codos en cualquier dirección. [Los] habitantes del lugar […] pueden moverse dos mil codos en cualquier dirección” (Mishna, Rosh Hashana 2.5). Los judíos conocían esta distancia como el “camino de un día de reposo” (Hechos 1:12). 

Pero, además, los judíos también tenían la costumbre de cerrar las puertas de la ciudad de Jerusalén como una forma de guardar el día de reposo. De esta manera, los comerciantes no podían entrar con mercaderías para vender en día de reposo, ni tampoco la gente podía salir de la ciudad y emprender largos viajes: 

“Sucedió, pues, que cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén antes del día de reposo, dije que se cerrasen las puertas, y ordené que no las abriesen hasta después del día de reposo; […] Y dije a los levitas que se purificasen y viniesen a guardar las puertas, para santificar el día del reposo.” (Nehemías 13:19,22) 

Todas estas costumbres judías nos permiten entender por qué no era favorable escapar de Jerusalén en día de reposo. Cuando los ejércitos romanos llegaran a la ciudad, los discípulos debían huir inmediatamente a los montes. Sin embargo, si este día era día de reposo no podrían hacerlo, ya que violarían el mandamiento de no moverse de sus lugares. El escape implicaría un viaje más largo del permitido en día de reposo. Pero además las puertas de Jerusalén estarían cerradas, y por lo tanto, los discípulos no podrían salir de la ciudad y escapar de los ejércitos romanos.