¿El ángel de Pedro? Los ángeles de la guarda y la tradición judía


En Hechos 12 encontramos una historia muy interesante. Pedro se encuentra encarcelado por Herodes, pero milagrosamente es liberado de la cárcel por un ángel. Entonces Pedro escapa hacia la casa de María la madre de Marcos, donde había un grupo reunido orando por él. Y golpeando la puerta salió una muchacha llamada Rode, quien reconoce la voz de Pedro. Pero, en lugar de abrir la puerta, corrió hacia adentro de la emoción para dar aviso que Pedro estaba afuera de la casa: 

“Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!” (Hechos 12:15) 

Los reunidos creyeron que era “el ángel de Pedro”. Pero, ¿por qué pensaron que era un ángel, a pesar que la muchacha decía que era Pedro? ¿Creían que Pedro tenía un “ángel de la guarda”? ¿Qué dice la tradición judía sobre los ángeles custodios? 

Sabemos que los ángeles sirven como defensores y protectores de la humanidad. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, se habla de ángeles “protectores” de naciones. Esta idea se deriva de Deuteronomio 32:8-9, donde encontramos que Dios dividió las naciones según “el número de los hijos de Dios”. Se cree que, en la Torre de Babel, las naciones fueron divididas y entregadas a un ángel en particular o hijo de Dios. Entonces Dios llamó a Abraham para formar la nación de Israel, “la porción de Jehová” (Deuteronomio 32:9), mientras que las otras naciones pertenecerían a los hijos de Dios a quienes los israelitas tenían prohibido adorar. Esta idea vuelve a aparecer en el libro de Daniel, donde encontramos que cada nación tenía asignado un ángel protector: “el príncipe de Persia” (Daniel 10:13,20), “el príncipe de Grecia” (Daniel 10:20) y el ángel Miguel, el “príncipe protector” de Israel (Daniel 10:21, 12:1). 


Pero, ¿los judíos creían que cada persona individualmente tenía un ángel protector? De hecho, sí. Los judíos creían que cada persona judía tenía uno ("Comentario del contexto cultural de la Biblia, Nuevo Testamento", C.S. Keener). Esta creencia era común en el Antiguo Cercano Oriente, entre los sumerios, acadios y babilonios. 

Los antiguos mesopotámicos creían que los humanos tenían "dioses personales" que podían apelar a ellos ante la asamblea de dioses (Logos). Esta idea se observa en la época de Job. En este libro, los ángeles son presentados como mediadores entre Dios y los hombres. Cuando Elifaz temanita desafía a Job le dice: “Ahora, pues, da voces; ¿habrá quien te responda? ¿Y a cuál de los santos te volverás?” (Job 5:1). Eliú también le dice: “Si tuviese cerca de él algún elocuente mediador muy escogido, que anuncie al hombre su deber; que le diga que Dios tuvo de él misericordia” (Job 33:23-24). En ambos casos, los amigos de Job presumen que los ángeles actuarían como mediadores entre Dios y Job. 

La creencia en los ángeles protectores como tal probablemente haya surgido en la época del Segundo Templo, y particularmente en la literatura rabínica. En el libro apócrifo de Tobías (225-175 a.C.), Rafael es el ángel protector de Tobías. Tobías emprende un viaje hacia Media y el ángel Rafael lo protege en el camino (Tobías 5-11). Aunque se debe afirmar que Rafael no es estrictamente un “ángel de la guarda” en el sentido de un ángel que acompaña a Tobías toda su vida, ya que, según el propio libro de Tobías, Rafael sería uno de los siete arcángeles que está en pie en la presencia de Dios (Tobías 12:15). 

Probablemente, la primera referencia judía sobre la creencia en los “ángeles guardianes” se encuentra en el libro de los Jubileos (100 a.C.). En un pasaje que no tiene paralelo en el Génesis, Rebeca comparte su miedo con Isaac por una posible venganza de Esaú contra Jacob. Entonces Isaac responde: “Pero si quisiera matar a su hermano Jacob, será entregado en manos de éste y no escapará, pues en ellas caerá. No temas tú por Jacob, pues su ángel [de la guarda] es mayor, más fuerte, honorable y loable que el ángel de Esaú” (Jubileos 35:16-17). 

El filósofo judío Filón de Alejandría (20 a.C. – 45 d.C.) creía que cada persona tenía dos ángeles asignados desde su nacimiento, uno bueno y otro malo (QE I,23). Esta misma idea reaparece en la literatura rabínica. El Talmud de Babilonia contiene una tradición sobre los ángeles que acompañan a un judío: “Rabí Yosei bar Yehuda dice: Dos ángeles ministrantes acompañan a una persona en la noche de Shabat desde la sinagoga hasta su casa, un ángel bueno y un ángel malo” (Shabbat 119b). 

La literatura rabínica desarrolló la idea de, no uno, sino dos ángeles custodios, uno bueno y otro malo. En la tradición rabínica, todo judío tenía un ángel bueno que esperaba que hiciera el bien, y otro ángel malo que vigilaba las transgresiones que cometía, y en el día del Juicio los dos ángeles se presentan antes Dios para argumentar su caso ("The Times of Israel"). 

Los primeros textos rabínicos aseguraban que los ángeles de la guarda seguían a un judío a todo lugar. Incluso el Talmud prescribe una declaración que todo judío debe hacer antes de entrar a un baño a hacer sus necesidades: “El que entra en un baño dice a los ángeles que lo acompañan en todo momento: Honrad, santos honorables, siervos del Que está en lo alto, honrad al Dios de Israel, dejadme hasta que yo entre y haga mi voluntad y vuelva a vosotros” (Berajot 60b). También existía el temor de que el ángel custodio no regresara, por eso se añadía: “Guárdame, guárdame, ayúdame, ayúdame, apóyame, apóyame, espérame, espérame hasta que entre y salga”. 

En la actualidad, en la mayoría de los hogares judíos, cuando comienza el día de reposo el viernes por la noche, y antes de la comida de shabat, se canta el "Shalom Aleichem", un poema de bienvenida a los ángeles que los acompañan desde la sinagoga (The Jerusalem Post). Una parte de este poema dice: “Que la paz esté con vosotros, ángeles ministeriales, ángeles del Altísimo, el Supremo Rey de reyes, es Santo bendito es. Que su venida sea en paz, ángeles de paz, ángeles del Altísimo, el Supremo Rey de reyes, es Santo bendito es”. 


Pero además de la creencia en un ángel protector, los judíos también creían que estos ángeles cambiaban de apariencia, y en algunos casos, tomaban la apariencia física de la persona a su cargo. El comentario del Midrash sobre el Génesis dice, por ejemplo, que Jacob cuando luchó con el ángel, este habría sido el angel guardián de Esaú: “Rabí Ḥama ben Rabí Janina dijo: Era el ángel guardián de Esaú. Eso es lo que le dijo: "Porque he visto tu rostro, como la vista del rostro de los ángeles, y me recibisteis" (Génesis 33:10).” (Bereshit Rabá 77.3). No solamente habría sido el ángel de Esaú, sino que además habría tenido el rostro de Esaú. Esto explicaría por qué Jacob vio en Esaú "el rostro de Dios".

El comentario del Midrash sobre Deuteronomio dice que, cuando Moisés estaba en peligro en la corte del faraón, un ángel descendió con la apariencia de Moisés: “Bar Kafra dijo que un ángel descendió en la forma de Moisés y huyó, y [los egipcios] creyeron que el ángel era Moisés” (Devarim Rabá 2.29). Por su parte, en el comentario del Midrash sobre Eclesiastés (Kohelet Rabá) se habla de un ángel con la apariencia de Salomón: " En ese momento, un ángel descendió en la imagen de Salomón y se sentó en su trono." (Kohelet Rabá 2:3). 

Por lo tanto, en el relato de Hechos 12 se encuentran presentes todas estas antiguas creencias judías acerca de los ángeles protectores. El grupo reunido no creyó que Pedro estaba a la puerta de la casa. Más bien, creyeron que era “su ángel” (Hechos 12:15). Ellos pensaron que Rode no había escuchado realmente a Pedro, sino a su “doble” angelical, quien había asumido la apariencia y la voz de Pedro.