¿Por qué Pedro fue el único de los discípulos en negarse a que Jesús le lavara los pies?

La Biblia nos relata que, mientras compartían la última cena, Jesús se levantó de la mesa, tomó una toalla, puso agua en un lebrillo y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos. Sin embargo, cuando intentó lavarle los pies a Pedro, éste se negó rotundamente. Pensemos entonces, ¿por qué Pedro se negó a que Jesús le lavara los pies?  Y más importante aún, ni Juan, ni Jacobo, ni Tomás, ni ninguno de los discípulos tuvo inconvenientes. Entonces, ¿por qué Pedro fue el único de los discípulos que no quiso que Jesús le lavara los pies? 


La respuesta radica en el contexto histórico en que se desarrolló la última cena. La mesa judía era una mesa larga con forma de U, la que en el siglo I llamaban triclinium. Sabemos que en la mesa judía habían puestos de importancia y otros de menos importancia (Lucas 14:7-9), los cuales estaban ordenados de izquierda a derecha. El puesto del anfitrión era el segundo en la mesa, mientras que a su derecha se sentaba el amigo de confianza, y a su izquierda se sentaba el invitado de honor. Si continuamos con este orden, el que se sentaba en el último puesto de la mesa era el encargado de servir. Sabemos por la Biblia que Jesús era el anfitrión: él estaba sentado en el segundo puesto. También sabemos que Juan estaba sentado a su derecha y Judas a su izquierda (más detalles aquí). 




Pero las evidencias bíblicas nos indican que Pedro estaba sentado en el último puesto de la mesa, en el de menor importancia. Primero, cuando Jesús afirmó que uno de los discípulos le iba a entregar, Pedro le hizo señas a Juan (quien estaba sentado al lado de Jesús) para saber quién habría de ser (Juan 13:23-24). En una mesa judía, la única forma en que Juan pudiera ver a Pedro haciendo señas sería estando sentados frente a frente: Juan en los puestos de importancia y Pedro en los puestos de menos importancia. Segundo, cuando Jesús comenzó a lavar los pies a cada uno de sus discípulos la Biblia dice:

“Luego puso agua en un lebrillo,  y comenzó a lavar los pies de los discípulos,  y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro;  y Pedro le dijo: Señor,  ¿tú me lavas los pies?” Juan 13:5-6 

En este versículo, la palabra “entonces” se traduce del griego “oun”, que quiere decir “y”. Si volvemos a leer el versículo, Jesús lavó los pies a cada discípulo, uno por uno, “y entonces” llegó a Pedro. Claramente, Pedro estaba sentado en el último puesto de la mesa, y por lo tanto, el último al que Jesús le lavó los pies. Esto nos aclara el panorama. Pedro entonces había asumido el rol de siervo de aquella mesa, el discípulo designado para comprar las cosas, preparar la mesa (Lucas 22:8) y ¡lavar los pies de todos los que estaban en la mesa! Por esta razón, ninguno de los discípulos tuvo inconvenientes en el lavado de pies, excepto Pedro, quien entendió que ésta era su tarea, y era él quien debía lavar los pies a Jesús, no Jesús a él. Los roles se habían invertido. Jesús había asumido el papel de siervo. Pedro entonces se negó, pues entendió que Jesús, como la persona más importante de aquella cena, se había humillado hasta convertirse en el siervo de todos los que estaban en la mesa. Claro está, la potente enseñanza de Jesús era que debemos servir y no esperar a ser servidos (Lucas 22:26-27).