La predicación de Juan el Bautista y los 40 días en el desierto en el contexto judío

Los evangelios narran que el ministerio de Jesús comenzó con la predicación de Juan el Bautista, luego el bautismo de Jesús, y posteriormente, la tentación en el desierto. Con el avance de la lectura de los primeros capítulos del Nuevo Testamento comienzan a surgir algunas preguntas: ¿por qué el ministerio de Jesús comienza con Juan el Bautista predicando el arrepentimiento? ¿Por qué Jesús fue bautizado? ¿Por qué Jesús estuvo 40 días en el desierto? ¿Existe alguna conexión entre estos acontecimientos?


Pues bien, muchos estudiosos creen que todos estos eventos ocurridos al comienzo del ministerio de Jesús están relacionados con la temporada de Teshuvah. En el calendario judío existen las llamadas “Altas Fiestas”, que son el Rosh Hashana (1 del mes de Tishri) que es el “año nuevo judío”, y el Yom Kippur (10 del mes de Tishri) que es el “Día de la Expiación”. Son conocidas como los “Días Terribles”. Por ello, los judíos comenzaban a prepararse espiritualmente para ellas 40 días antes. De manera que estos 40 días, que culminan en Yom Kippur, son conocidos como la temporada de Teshuvah (Sar Shalom).

La palabra “teshuvah” en hebreo significa “regreso”. El Teshuvah es la época para regresar o volverse a Dios. Por ello también se le conoce como el tiempo del arrepentimiento. Los judíos consideraban la teshuvah como el tiempo crucial para renovar su relación con Dios. Así que durante estos 40 días los judíos estaban llamados a examinar profundamente sus vidas espirituales, ver en qué han fallado durante el año y arrepentirse sinceramente, para así estar preparados para los próximos Días Santísimos, los “Días Terribles” (“Yamim Noraim”).

La teshuvah comienza el 1 del mes de Elul. Durante los primeros 30 días, víspera del Rosh Hashana, se toca en la sinagoga el shofar o cuerno de carnero después de las oraciones de la mañana para llamar al pueblo al arrepentimiento y que se vuelva a Dios. Y después de los servicios de la tarde también se recita el Salmo 27. El mensaje que se envía desde el 1 de Elul hasta Rosh Hashanah es claro: “Arrepiéntanse antes de Rosh Hashanah”. “No esperen hasta después que pase Rosh Hashanah, ya que entonces se encontrarán en los Días Temibles” (La voz en el desierto)


La cronología de los Evangelios revela que la llegada de Juan el Bautista ocurrió en otoño, precisamente en la teshuvah predicando el arrepentimiento. Y si bien todo Israel pregonaba el arrepentimiento en aquellos días, el mensaje de Juan tenía un enfoque distinto. Juan el Bautista no predicaba el arrepentimiento porque se acercaba el Rosh Hashana. Juan el Bautista predicaba el arrepentimiento porque los tiempos proféticos se habían cumplido, y la llegada del Mesías era inminente: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Su mensaje era arrepentirse y volverse a Dios porque el Mesías se iba a revelar.

La Biblia dice que Juan bautizaba. Muchos cristianos creen que el bautismo apareció por primera vez en el Nuevo Testamento con Juan el Bautista, pero en realidad era algo practicado por los judíos desde tiempos de Moisés. En la víspera del Rosh Hashana y el Yom Kippur, los judíos practicaban una inmersión completa en agua llamada Tevilah (Messianic Publications). Cada persona que se acercaba a la presencia de Dios debía presentarse puro. Así que la inmersión en agua era un símbolo de limpieza interior en preparación espiritual para los Días Santos que se aproximaban. Por eso leemos en el Nuevo Testamento que en aquellos días “todo el pueblo se bautizaba” (Lucas 3:21), incluyendo a “fariseos y saduceos que acudían al bautismo” (Mateo 3:7), y también publicanos (Lucas 3:12).

Esta inmersión sólo se realiza en una fuente de agua natural llamada “mikveh”, que en hebreo significa “reunión de aguas”. Debían ser aguas vivas, es decir, aguas que fluyan, como por ejemplo, un río. Por ello, el lugar ideal para practicar una mikveh en tiempos de Jesús era el río Jordán. Por eso leemos en el Nuevo Testamento que “salía toda Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán para bautizarse en el río Jordán” (Mateo 3: 5-6).

Y aunque todo Israel hacía tevilah en aquellos días, el bautismo de Juan tenía un enfoque distinto. Durante estos 40 días de arrepentimiento los judíos se sumergían en agua para limpiarse y prepararse para los Santos Días de Rosh Hashana y Yom Kippur que se acercaban, pero Juan el Bautista practicaba la tevilah para limpiarse y prepararse para la llegada del Mesías:

“Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” (Lucas 3:16)

De manera que Juan el Bautista predicaba que el reino de los cielos se había acercado, y que debían prepararse para participar de ese reino (y la llegada del Mesías) mediante un arrepentimiento genuino y una purificación interior demostrada externamente con el bautismo. Así que cuando todo el pueblo estaba participando del ritual de purificación en agua, Jesús entra en este momento a las aguas del mikveh (también llamada mikvá) para ser bautizado por Juan (Lucas 3:21).

El bautismo de Jesús no fue para arrepentimiento de pecados, pues Jesús no cometió pecado (2 Corintios 5:21). Sino más bien, Jesús estaba cumpliendo con los mandamientos y rituales judíos. La mikveh era la preparación para un encuentro con lo santo. En el Antiguo Testamento los hijos de Israel debían purificarse antes de encontrarse con Dios. Los sacerdotes debían sumergirse en una mikveh para limpiarse antes de ejercer como sacerdote. Asimismo, lo primero que hizo Jesús antes de comenzar su ministerio fue entrar en una mikveh y purificarse en agua para "cumplir con toda justicia" (Mateo 3:15).

Muchos estudiosos creen que Jesús fue bautizado el primer día de la teshuvah, el 1 de Elul, cuando comienza el periodo de preparación de 40 días. Este tiempo coincide con el relato de la tentación de Jesús, pues después de su bautismo “volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días” (Lucas 4:1-2). Durante todo el mes de Elul los judíos oraban en la madrugada recitando los “Selihot”, que eran “plegarias por el perdón”, como parte de la preparación para los Días Terribles. También acostumbraban a ayunar en la víspera de Rosh Hashana. Pero en Yom Kippur todo Israel estaba obligado a ayunar y orar. Por eso leemos en el Nuevo Testamento que Jesús “ayunó durante cuarenta días” (Mateo 4:2).


Según las tradiciones litúrgicas, los judíos creían que durante la temporada de teshuvah el diablo se presentaba ante Dios para acusar a Israel, tratando de demostrar sus pecados para lograr así un veredicto de culpabilidad. Pero en Yom Kippur, después de los 40 días de arrepentimiento, Israel es vindicado ante Dios sobre la base de su misericordia y expiación. Así que al finalizar el día se terminaba el ayuno con una comida festiva. Según se creía, así se derrotaba al diablo (Sar Shalom). De la misma manera leemos en el Nuevo Testamento que Jesús “estuvo en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás” (Marcos 1:13), pero resistió las tentaciones con ayuno y oración, y lo derrotó. Y al final del día rompió el ayuno “y los ángeles le servían” (Marcos 1:13).