¿Por qué Raquel hurtó los ídolos de su padre, y Labán intentó recuperarlos desesperadamente?


Dice la Biblia que, cuando Jacob huyó de la casa de Labán su suegro, “Raquel hurtó los ídolos de su padre” (Génesis 31:19). Entonces Labán, al enterarse que Jacob había huido con su hija y parte de su ganado, tomó consigo algunos parientes y viajó durante siete días en busca de sus ídolos. Pero, ¿por qué Labán se enojó tanto y viajó desesperadamente para recuperarlos? ¿Por qué estos ídolos eran tan importantes? 

Durante mucho tiempo estas preguntas había sido un misterio, hasta cuando en la década de 1920 se descubrieron en Nuzi, una antigua ciudad de Mesopotamia (actual Irak), unas tablillas que hacían referencia a las leyes que regían la vida en la región ocupada por los “horeos” (también llamados “hurritas”). Sabemos que Jacob vivió con Labán durante muchos años en Harán, ciudad que era parte de la región de los horeos (Génesis 36:20,21). Estos antiguos textos, por tanto, permiten explicar muchas de las extrañas costumbres de los patriarcas relatadas en Génesis. 


Según la costumbre horea, si un hombre deseaba nombrar a su yerno como heredero principal, le entregaba los ídolos (“teraphim”) de su casa como prueba de tal decisión. Estas pequeñas estatuillas eran como un título de propiedad, cuya posesión aseguraba la herencia de la familia (biblegateway.com). En la historia de Génesis, Raquel hurtó estos ídolos para asegurar todas las propiedades de su padre para su esposo Jacob. Esto explicaría por qué Labán viajó con tanta prisa para recuperarlos. Por otra parte, Jacob sin saber que su esposa los tenía, reaccionó indignado contra tal acusación. Mientras que Raquel escondió los ídolos en la albarda de un camello (Génesis 31:34). 

Dado que no logró encontrarlos, Labán pidió a Jacob que colocara piedras como señal, y jurara no pasar más allá de aquel límite para hacerle daño (Génesis 31:44-52). Según la ley horea, Jacob podría presentarse con los ídolos y reclamar las propiedades de Labán después de su muerte. Por lo tanto, Labán solamente se aseguraba que Jacob nunca apareciese por sus tierras y dejara sin herencia a sus hijos.